dilluns, 29 de juny del 2015

EL 2015

                                              EL 2015



Hacía tiempo que ni siquiera podían ir de vacaciones, el tiempo propio que antes disponían para si se había quedado en nada. El hecho de distraerse unos segundos era fatal. Así me lo hizo saber y así lo viví cuando aquella bola peluda y negra se lanzó a morderme una pierna. Él la aparto violentamente. Cuando serenó el momento me explico lo mal que lo estaban pasando. Aquél engendro era casi imposible de dominar. Cuando no intentaba prender fuego a algún rincón de la casa, se entretenía desatornillando las uniones de las tuberías del gas. Más de una vez lo había estado a punto de lograr, pero la concienzuda paciencia de sus propietarios había dado algún fruto que otro y habían así evitado más de un desastre de magnas dimensiones.

- ¿Qué raza es? - Pregunté yo, casi en la más absoluta ignorancia.

- Lo único que sabemos es que no es humano.

El bicho, mientras, se rascaba provocándose a la vez heridas en los brazos. Era pequeño y peludo. Mostraba una agilidad semblante a la de un simio, pero sus movimientos eran mucho más violentos y espasmódicos, y cada vez que movía su pequeño cuerpo parecía como si sus articulaciones crujieran, provocando en el estupefacto espectador tanto miedo como asco.

- No sé - me decía - ya lo hemos intentado todo. Nos turnamos para dormir, procuramos que la casa jamás se quede sola. Pero él siempre encuentra un hueco para sorprendernos. Muerde el cable del teléfono, lo destroza todo y rara vez muestra nada semblante a la culpabilidad.

El otro día, sin ir más lejos, llamaron a la puerta al mediodía. Abrí sin demasiada alegría. Creía que posiblemente se tratara de algún vecino alertado por alguna jugarreta de nuestro estimado inquilino. Y aunque la noticia seguramente si había llegado de la mano de algún propietario del edificio, la invitación de cambio esta vez se presentaba de una manera mucho más ceremoniosa. Se trataba ni más ni menos que de una patrulla de servicios sociales.

Entraron y se acomodaron. El bicho hizo algún ademán de agresión, pero pronto di al traste con el de un empujón certero.

Dieron rodeos. Empezaron a explicarme que había soluciones para personas en nuestra situación. Me hablaron de un servicio de asistencia social que realizaba pequeños trabajos de ayuda durante un número limitado de horas, de centros donde se cuidan de reeducar a seres conflictivos..... Pero pronto salió el tema que en realidad los había traído hasta allí; el sacrificio del bicho.

- Miren, les voy a ser sincero, este monstruo al que yo alimento es un auténtico engendro; más malo que el mismo demonio, pero ya hace tres años que vive con nosotros, y es como de la familia. Jamás mataría a un miembro de mi familia. Y de la misma manera que como antítesis el odio forma parte del amor, este bicho forma parte de mi vida. ¡¡ Es mi familia !!

Quizás me encendí demasiado, pero la cuestión es que al final se fueron. Mi rotunda negativa surgió efecto como el bálsamo que a veces supone una oposición férrea ante alguien al cual sus convicciones se encuentran bailando entre dudas. Pasó el día, otro día más entre las obligaciones cotidianas y las impuestas. Aquél bicho dubitaba. Tenía la inteligencia suficiente como para saber que algo malo iba con él. No podía evitar la violencia como inherente a su ser y en cierta forma me recordaba a mi. Un alter ego de mi insuficiencia años atrás. Matarlo a él sería como matar una parte de mi. No podía delegar nada en nadie.

Ahí estábamos, mi pesadilla y yo. Y aunque sabía que para cerrar el círculo solo podía matarlo con amor, la tentación de alimentar mi odio con su odio era demasiado fuerte. Cada vez que tenía un objeto contundente, cada vez que cerraba el puño o al sonreír apretando los dientes.

Cada pequeña jugada del iracundo ser era una invitación a saltarse las reglas. Pero hace mucho de eso. Los días eran tristes y los atardeceres parecían más rojos. Yo, en realidad todavía no te conocía bien; no al menos como te conozco ahora. Todo latía a diferente velocidad y sin duda, eran días malos.

- ¿Te acuerdas la primera vez que vinistes aquí?

Sólo entrar por la puerta ya te quiso agarrar. No parecía que le cayeras muy bien. Tuve que dar un bote de proporciones bíblicas para agarrarlo. Seis años de eso. ¡¡Quién lo diría!!

- Sí, pero al final acabó bien..... quiero decir. El bicho murió de viejo.... puede sonar estúpido, pero acabo bien...... ¡¡lo mataste de amor!! Es una tontería pero se podría decir...... Ahora que más da. Solo son remansos. Qué más da que le cayera bien a ese ser o no. ¡¡Qué más da ya nada!!

- No sé, quizás lo que me preocupa es que por ese entonces no le cayeras bien........ ¡¡a este ser!!

No es que encuentre a faltar a ese ser. A veces diría que aún sigue con vida. La violencia vuelve cada vez que me acuerdo de él. No te confundas. Simplemente, no sé. No sé.

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